ABRAHAM ENRIQUE DOMINGUEZ CERVANTES


 ABRAHAM ENRIQUE DOMINGUEZ CERVANTES

le decíamos cariñosamente Chito cuando vivíamos en el pueblo los 21 nietos de don Manuel Octavio Cervantes Gutierrez en aquella casona que construyera el superabuelo con sus propias manos, de verdad eran dos casas inmensas con altas paredes y unos techos de palma y de tejas de cemento  sin cielo raso, muchas puertas de doble  hojas,  y grandes cerrojos de hierro estilo colonial, pisos de cemento pulidos, la cocina estaba en el patio, era una casa de palma con hornilla para cocinar con leña, tenía una alberca de material pulida con tapa de madera donde se depositaba el agua potable para cocinar y para calmar la sed, el agua se compraba a un carremulero que tenía un contrato para llenar todos los depósitos de agua de la casa, el agua llegaba en su estado natural como viajaba por el majestuoso Río Grande de la Magdalena, en el pueblo exstía un acueducto de hierro, bien elevado, inmenso elefante blanco que nunca funcionó, se purificaba el agua con alubre y después con hipoclorito de sodio, le decíamos cloro, también se usaba la tuna suasada, eso debió ser por los años cincuenta , de hecho su constructor de apellido Oñate figuró como mi padrino de bautismo. El baño estaba en la cola del patio, a la intemperie y sin techo, con una alberca gigante donde se almacenaba el agua, cuánto lo pensábamos para el baño matutino con esa agua helada y con jabón único, unos panecillos amarillos que tenían dibujado un rombo, para la época no existía  el champú, los que tenían dinero compraban jabon Palmolive y el Para mi que obsequiaban en los cumpleaños, tampoco existía para la época el fab. Un patio inmenso con muchos árboles frutales y no frutales , olivo, calabazo, desde temprano salíamos a jugar y a revolcarnos en una pila de arena inmensa que el abuelo recogía del arroyo que pasaba por la calle al frente de la casa, cómo nos gozábamos esos aguaceros y el gran chorro de agua que bajaba por una canal de zinc que recolectaba el agua de los alares de las dos naves de los techos de la inmensa casa construida por el abuelo y hasta nos metíamos en el arroyo a nadar y cuando todo pasaba salíamos a recolectar monedas que quedaban visibles después de la lluvia,toda la casa estaba rodeada de paredillas de ladrillo construidas por el abuelo de donde corríamos sobre ellas jugando y nos pasábamos para las de la escuela pública de señoritas que colindaba con la casa nuestra, fue una gran vivencia en esos tiempos maravillosos en Sitionuevo al lado de nuestros padres y esos abuelos maravillosos Partavio y Marcede que nos quisieron tanto, ellos solo tuvieron dos hijas que se casaron con dos hermanos Domínguez que le dieran 21 nietos Dominguez Cervantes para alegrar su existencia.  

El abuelo tenía una finca llamada POR EL PUNTO donde transcurre gran parte de mi niñéz, mis padres también vivieron mucho tiempo en otra finca al lado de la de los abuelos, finca COCO SOLO, llamada así por la cantidad de árboles de cocotero, bien elevados que tenía, para bajar los cocos se hacía con una cuerda de manila bien larga, subido el operador hasta el cogollo del palo con un machete corta el gajo de cocos y con la cuerda poco a poco los va bajando hasta el piso, también había muchos palos de mango de muchas variedades, guayaba, guanábana, nispero, tamarindo, plátano y una gran hortaliza, aquí vivimos mucho tiempo mi madre, mi padre, mis hermanos y algunos tíos, por estar tan cerca del pueblo éramos muy visitados y por estar a la orilla del caudaloso Río Magdalena llegaban muchos turistas del interior del pais a saborear un delicioso coco de agua que mi padre les vendía, también llegaban las balzas armadas con trozas de madera para los aserraderos de Sabanagrande, allí era el centro de acopio donde llegaban las lanchas de lios aserraderos Marenco y CHahin de Sabanagrande, eran muy amigos de mi padre y de mi familia, cuando mis padres se fueron a vivir al pueblo yo seguí con mis abuelos en la fina POR EL PUNTO, allí transcurren muchos años maravillosos con vivencias maravillosas con mis abuelos mágicos, años inolvidables con mi tierna ab uelita que quería tanto y me pechichaba entre sus brazos, me decía Alejito, signifiqué para ella ese hijo barón que nunca tuvo., solía pescar la abuela grandes peces, pez espadas, tiburones, bagres de gran tamaño, le gustaba mucho la pesca y la cría de animales domésticos con un gran anzuelo y una cuerda llamada cuénda con un encubado de alambre dulce los pescaba, dejaba tirado el anzuelo toda la noche y por la mañana amanecía un gran pez que mi abuelo Octavio le ayudaba a sacar para luego colgarlo en el travesaño de la casa de la finca y le arrastraba cola al piso.El río Magdalena era muy turbulento y contenía muchas especies marinas que se adentraban hasta más de 20 kilómetros, especies peligrosas y muchos cocodrilos y caimanes de aguja que testrozaron a muchas personas y animales en la orilla del río. Me gustaban las noches a la intemperie sentados en butacas fabricadas por el abuelo refiriendo chistes, jugando a contar las estrellas y ver una que otra estrella fugaz y lanzando un infantil deseo, el cielo estrellado y muchas costelaciones, las luciérnagas, las lechuzas con sus cantos tenebrosos y con un trapo en la mano espantando a los zancudos y el abuelo armaba una hoguera para con el humo auyentar a los mosquitos.

Siempre me ha gustado la pesca y solía ser el compañero de pesca de Abraham que también le gustaba pescar, me buscaba y lo acompañaba, cierto día que no tengo recuerdo dice él que con un anzuelo de varita sacó un barbul pequeño y me lo incrustó en mi espalda, el pez revoloteaba clavado con su espuela en mi espalda, otro día salimos a pescar en el puerto del ladrillo que quedaba al lado de la finca COCO SOLO,él pecaba con un anzuelo de cuerda larga y yo en la orilla con un anzuelo de varita y se me ha pegado un inmenso Róbalo que por su gran tamaño y mi poca fuerza no podñia sacar y Abraham me ayudó a sarlo, de inmediato una gran carrera hasta la finca de los abuelos, decía Abraham miren lo que sacamos, mucho tiempo después le comento a Abraham que si se acordaba del gran Róbalo que pesqué y que él me ayudó a sar en el puerto de ladrillo y me ha dicho, así es la vaina, esa historía yo la he referido como yo lo pesqué, no contaba con mi gran memoria heredada de mi santa madre Mercedes Cervantes.    

Abraham estudió la primaria en la escuela urbana de varones y todo el tiempo con el profesor Arturo Cepeda que lo estimaba mucho por ser un alumno muy aventajado, muy poco estaba en el campo , de ahí que se inclinó más por el estudio y su padre Tarquino lo envió para Barranquilla mucho antes de que toda la familia se radicara en esta ciudad.Siempre lo he admirado y ha sido mi referente , más que un primo nos criamos como hermanos y somos tan parecidos que hasta el mismo timbre de voz compartimos y hasta el modo de ser y forma de comportamiento en  familia y sociedad similares, la inclinación por los números , las letras , la pesca y el amor por la naturaleza.

Hoy en esta cuarentena un poco distantes y he sabido que lo internaron en la clínica por achaques de la salud, los afanes cotidianos y una gran carga emocional nos cobran factura durante esta pandemia, espero su pronta recuperación y cuando termine la cuarentena poderle abrazar de nuevo.   


      

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