CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA. PORFIRIO BARBA JACOB

  La volubilidad del ser humano y los cambios de conducta ante las situaciones de la vida, bellamente expresado por un poeta nuestro que pasó la mayor parte de su vida viajando por todo el mundo , conocido con infinidad de nombres , nos deja este maravilloso poema que me encanta recitar porque esa es nuestra condición humana, hoy estamos contentos , al otro dia amanecemos nostálgicos , como bien lo expresa él, ni nuestras propias penas nos hacen sonreir. Mucho tiempo ha pasado de la muerte de este gran bohemio viajero , por el mundo entero regada su poesía , sigue tan vigente como el pan de cada día , tal vez bajo  otro cielo la vida nos sonría, o tal vez conociendo otra gente la pasaremos mejor, hoy encerrado por la pandemia es normal cierta depresión y se nos viene a la mente épocas y personas maravillosas que compartieron con nosotros tiempos maravillosos , esa es la vida dice una canción de Frank Sinatra , altos y bajos de ánimo, hay que buscar la forma de pasarla bien, cambiar la rutina , escuchando música para recrear el espíritu , una buena salsa romántica. Al evocar esta poesía se me viene a la mente el profesor Rafael Dede del Oriental , muchas cosas buenas nos enseñó y que hoy me han servido  como lo que decía Tito Livio cuando pasaba un día sin hacer algo productivo, he perdido miserablemente un dia. Ojalá que la reinvención por la pandemia nos traiga cosas buenas para nuestras vidas , #sigamosencasa 

CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA.
  Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.

Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
(¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.

Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.

Mas hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día...
en que levamos anclas para jamás volver...
Un día en que discurren vientos ineluctables
¡un día en que ya nadie nos puede retener!                   

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