MIS MEMORIAS EN SITIONUEVO- MAGDALENA

MIS MEMORIAS EN SITIONUEVO, MAGDALENA.
Antes que pase la pandemia y sus nefastos estragos ahora que todavía mantengo la lucidez mental quiero emprender un recorrido por esos maravillosos años de mi infancia en ese maravilloso pueblo que un 26 de Febrero de 1950 me viera nacer, bajo las prodigiosas manos de la mejor comadrona de todos los tiempos , Natividad Garizábalo, bella mujer muy sencilla y carismática mujer, vecina por cierto de nosotros, andaba recorriendo las polvorientas calles del pueblo en chancletas con una calilla en su boca,mi tio Tarquino siempre se jugaba con mi tía Josefa, le decía que tener un hijo no costaba tanto, solo veinte pesos que cobraba la niña Tive y asunto resuelto, allá llegaba a la tienda del tío Heberto Domínguez a solicitar un fiao, cuando el tio tenía prohibido estas prácticas comerciales llamadas las ruinas de las tiendas, y en efecto así era, junto con mi hermana Rosaura nos turnábamos para ayudar al tio, él por lo general se desentendía mucho de ella, cuando viajaba a Barranquilla para hacer los pedidos de mercancía se tomaba todo el día y por lo general llegaba tomado, teníamos un gran listado de los clientes morosos que de remate se mudaban de tienda, la niña Tive como le decíamos cariñosamente siempre me conquistaba diciéndome mijito acuérdate que yo fuí quien te trajo a este mundo y efectivamente cuando me dispongo a sacar el registro civil de nacimiento me entregan el documento rezaba el día, la hora, los padres, mi nombre con los dos apellidos, faltaba el segundo nombre, así no me servía para el ISS para el trámite de mi pensión, tocó anularlo y hacer uno nuevo con la fe de bautismo, me entregaron el registro original que guardo como un gran recuerdo, la niña Tive fue la que me registró, estaba de notario encargado mi amigo Humberto Cepeda Sr, su esposa la notaria Astrid ya estaba de retiro, por cierto le dieron la medalla de la notaría ´con mayor edad en Colombia, las notarías se heredaban de padres a hijos, ella la heredó de su padre don Modesto Visbal, por cierto primo hermano de mi abuelo Manuel Octavio Cervantes Gutierrez, creo que a él también le tocó el cambio de apellidos por lo de los hijos naturales, su madre era de Apellido Visbal, el parentesco con mi abuelo viene por el lado del padre, ellos se llamaban parientes, así se saludaban, sus hijos fueron muy amigos de mi padre y la prima Astrid. Mucho tiempo duró don Modesto en la notaría única de Sitionuevo, allí en su casa en la plaza principal, detrás de la iglesia, cuando muestran las fotos del arribo de la princesa de Mónaco a Sitionuevo se muestra su casa con techo de palma en una esquina, por mucho tiempo su hijo Hugo Visbal, amigo de mi padre administró una gran tienda de víveres en este lugar, allí me mandaba mi padre a comprar el queso para el desayuno, aunque el desayuno de nosotros los pelaos era solo café con leche y un pan, cuántas limpias con correa me llevé por pretender que me dieran dos panes en el desayuno, después de los correazos me daban el segundo pan, era tan delicioso ese desayuno que ahora con el asunto de la diabetes es el que más me eleva los niveles de la glucosa, nada de huevos en el desayuno, a pesar de que mi abuela tenía un gran gallinero y muchas gallinas ponedoras, todos para la venta. Estando viviendo en el barrio Recreo de Barranquilla tenía un vecino muy amigo César Jesurum, solíamos charlar mucho y a reírnos de las ironías de la vida, cuando estábamos pelaos decía, era totalmente imposible desayunar con huevo, era privilegio sólo de los mayores, cuánto lo deseábamos y ahora que somos adultos mayores el médico dice que no lo debemos comer porque nos sube el colesterol, lo mismo que ahora hay que obligar a los niños a comer, nada les parece apetecible, lo tienen todo y se niegan a comer, hasta los perros se vuelven pretenciosos, los perros de la finca se les lanza un pedazo de yuca al aire y saltan a cogerlo, comen arroz y hasta sopa toman, los niños de entonces llorábamos la sopa, podía faltar el seco menos la sopa, ahora dicen otra vez sopa, cómo cambian los tiempos y el modernismo también nos hace cambiar.
Desde mi nacimiento viví en el campo, mi madre solo estaba en el pueblo mientras pasaba la cuarentena del parto, luego en la finca Coco Solo donde transcurre parte de mi niñez con mis padres, hermanos y tíos, hermanos menores de mi padre, mi abuela paterna tuvo muchos hijos y mi abuelo Enrique Domínguez de la Cruz se retiró a los 50 años de edad de su vida laboral en el campo, así que sus hijos mayores asumieron la carga del abuelo, mi padre por ser el mayor fue el que tomó las riendas de la casa de su madre, hasta le compró la casa donde vivió por mucho tiempo. Ya a los tres años de edad soy consciente de mi vida en esa maravillosa finca, su nombre de coco  solo se debió a su enorme sembrado de cocoteros, bien altos crecieron, más de 20 metros de altura y seguían creciendo con el tiempo, había de muchas variedades, le teníamos nombre propio  recuerdo el de rosita y el de pescuecito, mucho tiempo para poder subirme en uno, creo que aprendí hasta después de la muerte de mi padre, me volví muy diestro, no tanto como mi hermano el pocho, este si que que se sabía todas las mañas, cuando estaba con tragos se bajaba con la cabeza para abajo como las iguanas, bastante susto nos hizo pasar, cierto día, estaba yo muy pequeño, bien lo recuerdo, se ha subido el hombre a un palo bien alto, los cocos se bajaban con una cuerda larga, por racimos enteros dejándolos deslizar poco a poco  a través de la cuerda, después de cortar con el machete el vástago del racimo, hay que subirse hasta el cogollo del árbol y ahí sentado se hace la operación, mi hermano subido con el machete estaba pelando un coco de agua y se ha cortado totalmente el dedo pulgar de la mano izquierda, le quedó colgando de un pellejo de la piel, así como pudo lo mantuvo pegado y se bajó, mi padre de inmediato lo lleva al hospital de Barranquilla, el médico no quería suturar, era mejor o más fácil arrancarlo, mi padre bien plantado obligó al galeno y bien que le quedó el injerto, después ni se notaba. Muchas vivencias maravillosas en esta finca, muchos correazos llevé de mi padre, era un militar con férrea disciplina, también  muy caritativo, buen amigo, buen hijo, buen padre, buen hermano, con un gran corazón gozó siempre de la simpatía y aprecio del pueblo, por su gran porte y elegancia tenía muchas admiradoras, siempre fue muy centrado y jamás le dio dolor de cabeza a mi madre, solo que era muy parrandero, miles de amigos lloraron su prematura muerte a los 46 años de edad, mi pobre madre viuda tan joven con esa gran carga de 12 hijos que levantar sin prestaciones sociales, pegada día y noche a una máquina de coser, remendando, bordando, cosiendo, hasta una venta de gasolina tuvo que improvisar en casa vendía a los destartalados carros del ladrillo. Un gran cambio en nuestras vidas, a pesar de todo en mi inocencia tuve una niñez muy feliz, cuando mis padres se trasladaron definitivamente para el pueblo yo seguí en el campo con mis abuelos maternos en la finca Por el Punto, súper abuelos que me enseñaron el amor por la naturaleza, pescar, sembrar árboles, cuidar a los animales, jugar con los perros y a bañarme en el río, por las noches a la intemperie sentados mirando el firmamento lleno de estrellas y la imponente luna, las constelaciones con figuras maravillosas, las que brillan y los luceros , las estrellas fugaces, las luciérnagas , lechuzas y sus cantos tenebrosos, aún me maravillo de estos recuerdos hermosos, tiempos mágicos con abuelos mágicos en aquel rincón del mundo desaparecido por la acción del tiempo, sentados refiriendo chistes en esa penumbra y con un trapo azotando a los zancudos y el abuelo enciende la hoguera con cáscaras de coco seco para espantarlos con el humo denso. Estando viviendo en la finca Coco Solo pude ver atracar los barcos de vapor a la orilla de la finca, colocaban un tablón de madera y llegaban los turistas del interior del país a saborear un delicioso coco de agua que mi padre les vendía, también llegaban las balsas que transportaban trozas de madera de  los llanos, allá llegaban a esperar la lancha de los aserraderos Marenco y CHahin de Sabanagrande, se hicieron muy amigos de nosotros, mamadores de gallo a más no decir, toreaban a mi hermana Ligia que era una chispa desde su niñez, mi padre tenía una gran hortaliza, sembraba de todo, muchos árboles de mango de muchas variedades. En la finca Coco Solo recuerdo mucho que recibíamos muchas visitas de parientes y amigos, muy visitados todo el tiempo, tal vez por la cercanía al pueblo, escaso un kilómetro de la cabecera municipal, llegaban a bañarse a la orilla del río, recuerdo a una morenaza hija de un primo de mi padre, mayor que yo, se bañaba completamente desnuda y yo muy curioso desde niño , desde un matorral la observaba y me ha sorprendido la condenada, emprendo la carrera y me ha correteado con una lanza improvisada de cañabrava y me ha mancado incrustándomela en uno de los tobillos, todavía guardo la cicatriz. Para esa época el río Magdalena era muy tormentoso , profundo , muchos torbellinos, cantiles y lleno de especies peligrosas, hasta los tiburones del mar caribe se adentraban hasta 50 kilómetros en el río, mi abuela con anzuelo y una cuenda o manila larga los pescaba, mi abuelo los colgaba del travesaño de la sala y la cola arrastraba el piso, no los vendía, los repartían a toda la familia.     
        Después de mi vida en el campo llego a vivir en el pueblo, en una gran mansión construida por mi abuelo materno con sus propias manos, era un albañil empírico, solo construyó una enorme casa en forma de ele, prácticamente eran dos casas, una del lado de la calle con techo de paja, habitada por el tío Tarquino, la tía Josefa y sus nueve hijos, del lado de la carrera la otra de techo muy alto de tejas de cemento, allí vivíamos los 12 hermanos hijos de Enrique y Mercedes nuestros padres. La casa tenía 4 puertas de doble hojas hacia la calle, ventanas de barrotes de madera y las paredes de la fachada estaban pintadas de dos colores, la parte de abajo y las puertas de un verde esmeralda, con pintura de aceite, la parte superior de color blanco, todavía no llegaba el vinilo. no existían los timbres eléctricos, una argolla gigante y pesada para anunciar la visita, las cerraduras eran unos gigantes cerrojos de hierro a los que se le colocaba un gigante candado, la cocina y los servicios de baño y ducha en el patio, una casa de paja donde estaba la cocina, una gran hornilla que funcionaba con leña, en las tiendas vendían los pedazos de madera, una alberca o una gran tinaja de barro para depositar el agua potable, se tomaba agua al clima, no se usaba el hielo, ni mucho menos se tomaba gaseosa helada, el hielo lo traían de Barranquilla en grandes bloques, generalmente era para la venta de raspao cepillado y los refrescos batidos en la plaza principal. Dos grandes familias en una sola casa, los 21 nietos de don Manuel Octavio Cervantes, producto de sus dos únicas hijas, todos revueltos jugando en el gran patio de la casa, 21 Domínguez Cervantes, unidos por los mismos abuelos y apellidos, solo de padres diferentes, los abuelos vivían en la casa de al lado, la pegada al colegio de señoritas, ahí donde está todavía el centenario palo de tamarindo.
Cómo nos divertíamos jugando todo tipo de juegos, trompo, bola de uñita, grillo, patines de rodamientos, a la lleva corriendo sobre las paredillas medianeras, subidos a los árboles del patio, a la tienda con monedas de loza partida y billetes de hojas de los árboles,  a la cuarta, a la chequita, a la libertad, era raro que peleáramos, había un compañerismo y mucha solidaridad, hasta los vecinos llegaban a jugar con nosotros, no existía servicio de luz eléctrica ni agua potable, el agua se compraba diariamente por galones, un carremulero surtía el agua y llenaba todas las albercas, me acurdo de uno llado Zindo el agua turbia igual que la del río sin tratamiento, luego con un pedazo de alumbre envuelto en un trapo se batía el agua hasta que se precipitaran los sólidos y quedaba trasparente. El alumbrado por las noches con lámparas de gasolina con sendas caperuzas incandescentes, la abuela usaba de acpm con mecha de tela. con esa luz tenue leíamos, en algunas épocas encendían una planta eléctrica donada por el gobierno alemán, todos los días recogían para lo del combustible, en la plaza solo el teatro Palermo tenía alumbrado eléctrico, todos los días presentaban películas mejicanas, no me perdía un solo día, a veces toda la semana daban la misma película y yo entraba también todos los días, total la entrada era gratis, el dueño del teatro era mi padrino Domingo Osorio y su hijo Orlando era llave mía, él era el portero. Creo que me ví todo el repertorio del cine mexicano, me sabía de memoria muchas rancheras, me apasionaban las de José Alfredo Jimenez, Tony Aguilar, Luis Aguilar, Javier Solis, Cuco Sánchez, Miguel Acevez Mejía, artistas Sara García, Lucha Villa, Maria Antonieta Pon, María Felix, Pedro Infante, Jorge Negrete, Andrés Soler, Carlos López Moctezuma, Viruta, Capulina, Clavillazo, Resorte, Mantequilla. CHicote,Cantinflas, Rodolfo de Anda, Lorena velásquez, Julio Alemán.Libertad Lamarque, Joaquín Cordero, qué gran selecto elenco mejicano recrearon mis años felices en Sitionuevo, todas las noches sentado en las bancas del parque con mis amigos refiriendo chistes en la oscuridad, escuchando rancheras en esper de la última canción para entrar al cine y luego a la salida a altas horas de la noche por las oscuras calles del pueblo y al llegar a casa volarse la paredilla del patio y empujar la puerta falsa aguantada con un taburete.   
El baño quedaba a la intemperie y el agua permanecía helada, siempre se pensaba bañarse, las letrinas también estaban en el rincón del patio, lo curioso era el reparto de la comida, como en el ejército le servían en un plato de peltre y piérdase, ud verá donde come, no había mesa para tanta gente, generalmente lo hacíamos encima de un árbol de calabazo, con la mamadera de gallo. Todas las mañanas teníamos que buscar la leche donde la señora gracia, le tocaba al menor de los hombres, cuánta rabia me daba cuando me llamaban temprano, mi padre había comprado un calambuco de aluminio muy pesado, tenía un aro de alambre y yo me lo guindaba al hombro, iba pateando cuanta piedra tropezaba, en una de esas me encuentro con un amigo que venía con un yugo arriando agua del río, no recuerdo qué me dijo y le lanzo una trompada, lo que salió volando fue el calambuco que le dio en la frente y quedó noqueado en el piso y paticas para que te tengo. El colegio era de doble jornada, no nos daban plata para la merienda, ni para el transporte, a llegada a casa, antes del almuerzo encontrábamos una mazamorra de nutricia.
 Cinco situaciones de peligro viviendo en el pueblo, la primera fue un taponamiento con leche  klim en polvo, por esa época de la postguerra los Estados Unidos donaron a estos pueblos cantidad de productos alimenticios empacados, ya Europa se había recuperado y ese excedente de alimentos fueron redireccionados hacia américa Latina, la famosa Alianza para el progreso, cantidad de tanques cilíndricos de cartón llegaron a Colombia con mucha leche  klim, se repartía en los colegios para combatir la desnutrición. Yo estaba cursando el segundo año de la primaria en el edificio frente a la casa Visbal,  me han dado una bolsa de papel con un kilo de leche  klim, apenas había doblado la esquina de la primera cuadra hacia la casa, al pie de un árbol de la tienda del señor Melquiades, la cacharrería más grande de todo el pueblo, allí me he empinado la bolsa de leche en polvo y se me viene una gran cantidad que me impedía respirar, sin aturdirme emprendo una gran carrera hacía la casa de la abuela que estaba a un cuadra, con un empellón abro la puerta y caigo boca abajo sobre el piso de la sala,  sale el tapón de leche, ya estaba morado por la asfixia.
La segunda vez también fue de asfixia, el abuelo iba todos los días temprano a la finca, mi abuela Mercedes me mandó a llevarle el desayuno a la finca, montado en un burrito brioso voy rumbo a la finca, faltaba poco para llegar, el burro ve una burra y emprende una carrera a todo galope, se para en dos patas y me lanza al suelo, las cabuyas del sillón se me enredaron en la garganta, sin poder soltarme fui arrastrado más de cien metros por el camino real, cuando lo detienen ya casi estaba asfixiado, la cara morada, me llevaron a casa, por más de un mes duré con la garganta inflamada sin poder comer sólidos, a punta de jugos con pitillo durante todo ese tiempo.
Tercer accidente, fue una caída de un palo de mango muy alto en la finca coco solo, el abuelo hacía unos sembrados de maíz y para la cosecha invitaba a todos los nietos,le decía un convite familiar hacía bollos de mazorca con leche de coco, mazamorra de maíz verde, buñuelos y un gran sancocho de pescado, a veces nos íbamos a pescar en el puerto del ladrillo,  esa vez ella me acompañó a bajar unos mangos de carey, en la finca coco solo, me subí en lo más alto del árbol con una lata larga para alcanzar desde arriba los mangos, me distraje y pensé que la lata que llevaba en las manos era una rama del árbol y me vengo a toda velocidad para el piso, mi abuela estaba en la parte de abajo del tronco y abismada empieza a rezar, estaba presenciando mi caída en picada, faltando escasamente dos metros para el piso me aferro a una rama que me amortigua la caída, el mayor susto se lo llevó la abuela.
Cuarto accidente, casi ahogado en el río, todos los días acompañaba a mis hermanos a unos cultivos que tenían en una playa por Guaymaral, muy cerca de remolino, mi hermano Pocho y yo nos estábamos bañando a orillas del río, había muchas olas y el cantil estaba cerca de la orilla, sin saber nadar, mi hermano clavó una estaca para limitar mi entrada al río, él estaba de espaldas hablando con un amigo, muy entretenido, llegó una ola y me llevó a lo profundo, por mucho tiempo agonizaba tragando agua, varias veces hundido y de pronto en la última salida el amigo le avisa y me ha sacado por los pelos, de verdad ya estaba casi ahogado. 
El quinto accidente fue el que más me marcó, mi abuelo acababa de vender la finca por el punto, el hijo del que la compró era muy amigo mío, de hecho era el portero del teatro palermo, el que todas las noches me dejaba pasar gratis, ese día llegó con un grupo de amigos y quería que les alcanzara unos cocos de agua, me subo al árbol de más de 30 metros de altura, llego hasta el cogollo del árbol y cuando me agarro de una palma lo que agarro es un gran panal de canatico, unas avispas bravas y muy peligrosas, de la desesperación me caigo de espaldas al vacío desde esa gran altura, una muerte segura y afortunadamente lo que dice el dicho el ahogado en la agonía lo que agarra no lo suelta, pataleadas de ahogado tropiezo una rama colgando y me aferro, se esgonza y me lleva al tronco donde me deslizo hasta el piso, el mayor susto fue de mi amigo orlando viéndome caer.
Aquí estoy sobreviviente, luego ya mayor en una fiesta de fin de año en la empresa donde laboré por más de 27 años , de regreso en la madrugada venía tomado en la parte de atrás con mi señora en un taxi de esos guajiros de la época 1977, estaba de 37 años por cierto , recien casado acompañado por mi señora, a la altura del boulevar de la 41 con la calle 61 , barrio Recreo nos enviste un carro que se ha  volado la escuadra, el taxi acelera a toda velocidad para evitar el impacto, impactó la puerta trasera y ésta se abre lanzando mi cuerpo fuera del taxi, por instinto meto los pies debajo del cojín delantero del taxi y con las dos manos al pavimento protegiendo la cabeza del golpe, el taxi para frenar se mete al boulevar y me tiro al pavimento muerto pero del susto, en la esquina había una fiesta y corrieron a auxiliarnos, está muerto decían, de inmediato una ambulancia del Iss recien inaugurado me traslada hasta el hospital de los Andes, solo fue el susto con pequeños golpes.
Mas el mayor golpe que me ha dado la vida ha sido en el año 1999, despidiendo el siglo XX, todavía no me recupero, el mayor accidente de mi vida donde pierde la vida mi hija de 26 años, recien casada y también su esposo muere ese fatídico día, veníamos en la madrugada de un matrimonio familiar, a la altura de la calle 54 con la carrera 43 en Barranquilla, hago la escuadra en la esquina, venía con mi familia, yo conducía una Trooper de dos puertas, apenas estaba cruzando la carrera cuando nos sorprende un gran golpe, a toda velocidad, como a 140 k por hora venía una camioneta silverado automática conducida por unos malandros que en vez de frenar pisaron el acelerador y nos impactaron, mil vueltas dio la trooper y por la tangente salieron disparados los muchachos que iban dormidos en la parte trasera, rematados por el pavimento muertos al instante, los delincuentes se meten a la bomba de gasolina de la esquina, a escasos 50 metros de las instalaciones del DAS, le decomisaron un arsenal que llevaban, hicieron cambio de chofer, el capó de  la silverado quedó doblado en dos , las dos llantas estallaron y el cinismo de las autoridades periciales que ellos venían a 40 k/h  y yo a 20 , ya nada importaba para mi, un largo proceso penal amañado, fiscal vendido por veinte millones engavetados, total la vida continuaba con mis otros hijos. También a los 40 años de edad padecí un infarto de miocardio, 15 días en cuidados intensivos en el ISS, aquí estoy a los 70 años, en cuido por la pandemia, agradecido al padre Celestial, todavía no termina mi propósito de vida, las siete vidas del gato. Permanezco en casa cumpliendo todos los protocolos, no se cuanto tiempo llevo resguardado, ya se me ha olvidado recorrer las calles de Barranquilla que tanto me gusta recorrer en grandes  caminatas.    

MIS MEMORIAS EN SITIONUEVO-2
Después de mi vida en el campo llego a vivir en el pueblo, en una gran mansión construida por mi abuelo materno con sus propias manos, era un albañil empírico, solo construyó una enorme casa en forma de ele, prácticamente eran dos casas, una del lado de la calle con techo de paja, habitada por el tio Tarquino, la tía Josefa y sus nueve hijos, del lado de la carrera la otra de techo muy alto de tejas de cemento, allí vivíamos los 12 hermanos hijos de Enrique y Mercedes nuestros padres. La casa tenía 4 puertas de doble hojas hacia la calle, ventanas de barrotes de madera y las paredes de la fachada estaban pintadas de dos colores, la parte de abajo y las puertas de un verde esmeralda, con pintura de aceite, la parte superior de color blanco, todavía no llegaba el vinilo. no existían los timbres eléctricos, una argolla gigante y pesada para anunciar la visita, las cerraduras eran unos gigantes cerrojos de hierro a los que se le colocaba un gigante candado, la cosina y los servicios de baño y ducha en el patio, una casa de paja donde estaba la cocina, una gran hornilla que funcionaba con leña, en las tiendas vendían los pedazos de madera, una alberca o una gran tinaja de barro para depositar el agua potable, se tomaba agua al clima, no se usaba el hielo, ni mucho menos se tomaba gaseosa helada, el hielo lo traían de Barranquilla en grandes bloques, generalmente era para la venta de raspao cepillado y los refrescos batidos en la plaza principal. Dos grandes familias en una sola casa, los 21 nietos de don Manuel Octavio Cervantes, producto de sus dos únicas hijas, todos revueltos jugando en el gran patio de la casa, 21 Domínguez Cervantes, unidos por los mismos abuelos y apellidos, solo de padres diferentes, los abuelos vivían en la casa de al lado, la pegada al colegio de señoritas, ahí donde está todavía el centenario palo de tamarindo.
Cómo nos divertíamos jugando todo tipo de juegos, trompo, bola de uñita, grillo, patines de rodamientos, a la lleva corriendo sobre las paredillas medianeras, subidos a los árboles del patio, a la tienda con monedas de loza partida y billetes de hojas de los árboles,  a la cuarta, a la chequita, a la libertad, era raro que peleáramos, había un compañerismo y mucha solidaridad, hasta los vecinos llegaban a jugar con nosotros, no existía servicio de luz eléctrica ni agua potable, el agua se compraba diariamente por galones, un carremulero surtía el agua y llenaba todas las albercas, el agua turbia igual que la del río sin tratamiento, luego con un pedazo de alumbre envuelto en un trapo se batía el agua hasta que se precipitaran los sólidos y quedaba trasparente.El alumbrado por las noches con lámparas d gasolina con sendas caperuzas incandescentes, la abuela usaba de acpm con mecha de tela. con esa luz ténue leíamos, en algunas épocas encendían una planta eléctrica donada por el gobierno alemán, todos los días recogían para lo del combustible, en la plaza solo el teatro Palermo tenía alumbrado eléctrico, todos los dias presentaban películas mejicanas, no me perdía un solo día, a veces toda la semana daban la misma película y yo entraba también todos los días, total la entrada era gratis, el dueño del teatro era mi padrino Domingo Osorio y su hijo Orlando era llave mía, él era el portero. Creo que me ví todo el repertorio del cine mexicano, me sabía de memoria muchas rancheras, me apasionaban las de José Alfredo Jimenez, Tony Aguilar, Luis Aguilar, Javier Solis, Cuco Sánchez, Miguel Acevez Mejía, artistas Sara García, Lucha Villa, Maria Antonieta Pon, María Felix, Pedro Infante, Jorge Negrete, Andrés Soler, Carlos López Moctezuma, Viruta, Capulina, Clavillazo, Resorte, Mantequilla. CHicote,Cantinflas, Rodolfo de Anda, Lorena velásquez, Julio Alemán.Libertad Lamarque, Joaquín Cordero, qué gran selecto elenco mejicano recrearon mis años felices en Sitionuevo, todas las noches sentado en las bancas del parque con mis amigos refiriendo chistes en la oscuridad, escuchando rancheras en esper de la última canción para entrar al cine y luego a la salida a altas horas de la noche por las oscuras calles del pueblo y al llegar a casa volarse la paredilla del patio y empujar la puerta falsa aguantada con un taburete.   
El baño quedaba a la intemperie y el agua permanecía helada, siempre se pensaba bañarse, las letrinas también estaban en el rincón del patio, lo curioso era el reparto de la comida, como en el ejército le servían en un plato de peltre y piérdase, ud verá donde come, no había cama para tanta gente, generalmente lo hacíamos encima de un árbol de calabazo, con la mamadera de gallo. Todas las mañanas teníamos que buscar la leche donde la señora gracia, le tocaba al menor de los hombres, cuánta rabia me daba cuando me llamaban temprano, mi padre había comprado un calambuco de aluminio muy pesado, tenía un aro de alambre y yo me lo guindaba al hombro, iba pateando cuanta piedra tropezaba, en una de esas me encuentro con un amigo que venía con un yugo arriando agua del río, no recuerdo qué me dijo y le lanzo una trompada, lo que salió volando fue el calambuco que le dio en la frente y quedó noqueado en el piso y paticas para que te tengo. El colegio era de doble jornada, no nos daban plata para la merienda, ni para el tansporte, a llegada a casa, antes del almuerzo encontrábamos una masamorra de nutricia o de guineo , de maiz verde , cuchuco, qué delicia-        


MIS MEMORIAS EN SITIONUEVO MAGDALENA.3
Cinco situaciones de peligro viviendo en el pueblo, la primera fue un taponamiento con leche de klim en polvo, por esa época de la postguerra los Estados Unidos donaron a estos pueblos cantidad de productos alimenticios empacados, ya Europa se había recuperado y ese excedente de alimentos fueron redireccionados hacia américa Latina, la famosa Alianza para el progreso, cantidad de tanques cilíndricos de cartón llegaron a Colombia con mucha leche de klim, se repartía en los colegios para combatir la desnutrición. Yo estaba cursando el segundo año de la primaria en el edificio frente a la casa Visbal,  me han dado una bolsa de papel con un kilo de leche de klim, apenas había doblado la esquina de la primera cuadra hacia la casa, al pie de un árbol de la tienda del señor Melquiades, la cacharrería más grande de todo el pueblo, allí me he empinado la bolsa de leche en polvo y se me viene una gran cantidad que me impedía respirar, sin aturdirme emprendo una gran carrera hacía la casa de la abuela que estaba a un cuadra, con un empellón abro la puerta y caigo boca abajo sobre el piso de la sala,  sale el tapón de leche, ya estaba morado por la asfixia.
La segunda vez también fue de asfixia, el abuelo iba todos los días temprano a la finca, mi abuela Mercedes me mandó a llevarle el desayuno a la finca, montado en un burrito brioso voy rumbo a la finca, faltaba poco para llegar, el burro ve una burra y emprende una carrera a todo galope, se para en dos patas y me lanza al suelo, las cabuyas del sillón se me enredaron en la garganta , sin poder soltarme fui arrastrado más de cien metros por el camino real, cuando lo detienen ya casi estaba asfixiado, la cara morada, me llevaron a casa, por más de un mes duré con la garganta inflamada sin poder comer sólidos, a punta de jugos con pitillo durante todo ese tiempo.
Tercer accidente, fue una caida de un palo de mango muy alto en la finca coco solo, el abuelo hacía unos sembrados de maíz y para la cosecha invitaba a todos los nietos,le decía un convite familiar hacía bollos de mazorca con leche de coco, masamorra de maís verde, buñuelos y un gran sancocho de pescado, a veces nos ibamos a pescar en el puerto del ladrillo,  esa vez ella me acompañó a bajar unos mangos de carey, en la finca coco solo, me subí en lo más alto del árbol con una lata larga para alcanzar desde arriba los mangos, me distraje y pensé que la lata que llevaba en las manos era una rama del árbol y me vengo a toda velocidad para el piso, mi abuela estaba en la parte de abajo del tronco y abismada empieza a rezar, estaba presenciando mi caida en picada, faltando escasamente dos metros para el piso me aferro a una rama que me amortigua la caida, el mayor susto se lo llevó la abuela.
Cuarto accidente, casi ahogado en el río, todos los días acompañaba a mis hermanos a unos cultivos que tenían en una playa por Guaymaral  , muy cerca de remolino, mi hermano Pocho y yo nos estábamos bañando a orillas del río, había muchas olas y el cantil estaba cerca de la orilla, sin saber nadar, mi hermano clavó una estaca para limitar mi entrada al río, él estaba de espaldas hablando con un amigo, muy entretenido, llegó una ola y me llevó a lo profundo, por mucho tiempo agonizaba tragando agua, varias veces hundido y de pronto en la última salida el amigo le avisa y me ha sacado por los pelos, de verdad ya estaba casi ahogado. 
El quinto accidente fue el que más me marcó, mi abuelo acababa de vender la finca por el punto, el hijo del que la compró era muy amigo mío, de hecho era el portero del teatro palermo, el que todas las noches me dejaba pasar gratis, ese día llegó con un grupo de amigos y quería que les alcanzara unos cocos de agua, me subo al árbol de más de 30 metros de altura, llego hasta el cogollo del árbol y cuando me agarro de una palma lo que agarro es un gran panal de canatico, unas avispas bravas y muy peligrosas, de la desesperación me caigo de espaldas al vacío desde esa gran altura, una muerte segura y afortunadamente lo que dice el dicho el ahogado en la agonía lo que agarra no lo suelta, pataleadas de ahogado tropiezo una rama colgando y me aferro, se esgonza y me lleva al tronco donde me deslizo hasta el piso, el mayor susto fue de mi amigo orlando viéndome caer.
Aquí estoy sobreviviente, luego ya mayor en una fiesta de fin de año en la empresa donde laboré por más de 27 años , de regreso en la madrugada venía tomado en la parte de atrás con mi señora en un taxi de esos guajiros de la época 1977, estaba de 37 años por cierto , recien casado acompañado por mi señora, a la altura del boulevar de la 41 con la calle 61 , barrio Recreo nos enviste un carro que se ha  volado la escuadra, el taxi acelera a toda velocidad para evitar el impacto, impactó la puerta trasera y ésta se abre lanzando mi cuerpo fuera del taxi, por instinto meto los pies debajo del cogin delantero del taxi y con las dos manos al pavimento protegiendo la cabeza del golpe, el taxi para frenar se mete al boulevar y me tiro al pavimento muerto pero del susto, en la esquina había una fiesta y corrieron a auxiliarnos, está muerto decían, de inmediato una ambulancia del Iss recien inaugurado me traslada hasta el hospital de los Andes, solo fue el susto con pequeños golpes.
Mas el mayor golpe que me ha dado la vida ha sido en el año 1999, despidiendo el siglo XX, todavía no me recupero, el mayor accidente de mi vida donde pierde la vida mi hija de 26 años, recien casada y también su esposo muere ese fatídico día, veníamos en la madrugada de un matrimonio familiar , a la altura de la calle 54 con la carrera 43 en Barranquilla , hago la escuadra en la esquina, venía con mi familia , yo conducía una Trooper de dos puertas, apenas estaba cruzando la carrera cuando nos sorprende un gran golpe, a toda velocidad, como a 140 k por hora venía una camioneta silverado automática conducida por unos malandros que en vez de frenar pisaron el acelerador y nos impactaron , mil vueltas dio la trooper y por la tangente salieron disparados los muchachos que iban dormidos en la parte trasera, rematados por el pavimento muertos al instante , los delincuentes se meten a la bomba de gasolina de la esquina, a escasos 50 metros de las instalaciones del DAS, le decomisaron un arsenal que llevaban, hicieron cambio de chofer , el capó de  la silverado quedó doblado en dos , las dos llantas estallaron y el cinismo de las autoridades periciales que ellos venían a 40 k/h  y yo a 20 , ya nada importaba para mi, un largo proceso penal amañado , fiscal vendido por veinte millones engavetados, total la vida continuaba con mis otros hijos. También a los 40 años de edad padecí un infarto de miocardio, 15 días en cuidados intensivos en el ISS, aquí estoy a los 70 años , en cuido por la pandemia, agradecido al padre Celestial , todavía no termina mi propósito de vida, las siete vidas del gato.  
            
 


              
 

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